Siempre fue una de mis películas favoritas. Y el de Benjamin, uno de los personajes que desde adolescente quise hacer. Cuando surgió la posibilidad de realizar este pequeño homenaje a El Graduado sabíamos que lo más difícil iba a ser encontrar a nuestra señora Robinson. Tenía que ser una actriz todoterreno, que dominase por igual el drama y la comedia, que tuviera una madurez pero una energía joven, que con una sola mirada pudiera seducirnos y que fuese capaz de ponerse una media a la altura de la mismísima Anne Bancroft. Sólo tenéis que echar un ojo a este reportaje para ver que la protagonista de esta historia no podía ser otra que Elisa Matilla…
Ángel Caballero: No todo el mundo tiene la suerte de empezar en esta profesión recibiendo consejos de las mismísima Ava Gardner.
Elisa Matilla: No sabes lo que fue aquello… Yo tenía dieciséis años y no me había puesto delante de una cámara en mi vida. No tenía ni idea de inglés, cuando me preguntaron que si dominaba el idioma, pero respondí: “Yes, Yes…”. Y me cogieron para esta película, Los Dardanelos, en la que todo el equipo hablaba en inglés, así que imagínate… Yo no entendía nada de las indicaciones que me daban. El día que me tocó rodar la primera secuencia, era con Ava Gardner y teníamos que preparar un veneno para servírselo después a Omar Sharif, que también estaba en la película. Recuerdo que ella estaba a mi derecha y en la primera toma yo fui a coger el mechón de pelo que ella me ofrecía, en un momento dado, con la mano izquierda, y me dijo: “No, hazlo con la otra mano o te taparás”. Y ése fue el primer consejo que alguien me dio en cine, así que ya te puedes hacer una idea de cómo era esa señora.
A.C: ¿Cómo surgió la posibilidad de hacer esa película?
E.M: Acababa de entrar en la escuela de arte dramático en Sevilla. El equipo de producción estaba haciendo pruebas a gente de Sevilla, Córdoba y otros sitios de Andalucía para tres papeles distintos y fueron a las escuelas a buscar a gente. Fue la primera prueba que hice en mi vida, sin contar la de acceso a la escuela, y me llamaron a los dos días para decirme que querían que lo hiciera yo.
(Elisa lleva: Camisa MIRTO, falda MANGO, anillos DANIEL ESPINOSA. Ángel lleva: Total look MIRTO, reloj BOMBERG )
A.C: Hoy en día, ante una oportunidad de ese calibre, muchos actores pensarían: “Que bien quedaría una secuencia con Ava Gardner en mi videobook”… (Risas)
E.M: Es que en aquellos tiempos no existía el videobook. Yo tenía fotos que me había hecho para una agencia en la que trabajaba y ya está. Fui con mis fotos, hice mi prueba y me tocó a mí. Y lo siguiente que hice fue un pequeño papel en Juncal con Paco Rabal, que me dijo uno de los piropos más bonitos que me han dicho en mi vida: “Eso es andar y lo demás, joder el suelo”. Además, él hacía, para el Diario ABC, unos versos que siempre dedicaba a alguien y, a raíz de ese piropo, uno de ellos me lo dedicó a mí.
A.C: No hay papel pequeño si el actor lo hace grande.
E.M: Eso yo lo tengo claro. Además, sobre todo en audiovisual, la mayoría de los trabajos que he hecho han sido personajes secundarios. He hecho colaboraciones, personajes pequeños, grandes, fijos… y es una gama en la que aprendes absolutamente todo. Y todos los que nos dedicamos a esto sabemos que lo más difícil es hacer una de esas escenas de pedir un café. Porque no tienes ninguna información del personaje, ni nada a lo que agarrarte. Además, nadie te echa cuentas, ni te hace caso y te tienes que buscar la vida. Sin embargo, quizás, cuando haces personajes más grandes estás más arropado, pero es que esta profesión es eso: llegar y decir la frase.
A.C: Te tengo que confesar que uno de mis trabajos favoritos tuyos es la prostituta que interpretabas en la película KM.0.
E.M: Gracias. Es una historia muy bonita… Una mezcla entre Pigmalion y Pretty Woman. Además, es que yo con Juan Luis Iborra he trabajado mucho. Casi te puedo decir que en mi curriculum salgo yo tantas veces como él. (Risas)
A.C: Una relación de amistad y trabajo que viene desde… ¿La serie Todos los hombres sois iguales?
E.M: No, nos conocimos antes, en el programa ¿Pero esto qué es?, donde él trabajaba como guionista.
A.C: Es cierto. He visto algunos videos en los que tú hacías entrevistas, a través de un personaje, a artistas muy importantes.
E.M: Es que entonces sólo había dos cadenas, así que si algún artista quería promocionar un trabajo que estaba haciendo, venía al programa. Juan Luis era el guionista y fue mi primer amigo en Madrid y, casi, como mi familia, porque yo había venido para hacer pruebas y tal, pero nunca había pasado largas temporadas y no conocía a nadie.
A.C: ¿Cómo es para una chica de dieciocho años, que acaba de llegar a Madrid, entrar en un programa en el que tiene que entrevistar a gente como Paul McCartney?
E.M: Bueno, y a Lizza Minelli, Lola Flores, Carmen Sevilla… y gente súper potente. Pero yo era una inconsciente. Nunca le di valor a lo que estaba haciendo y ni siquiera sabía qué proyección podía tener. Aquello era algo que podría haber nacido ahí y morir cuando acabara el programa, porque en esta profesión nunca se sabe… Ya te digo que yo era una inconsciente, no tenía ninguna proyección de carrera y solo disfrutaba del momento. Lo que es cierto es que nunca me hice pequeña al lado de nadie. También porque me lo pasaba bien y pensaba: “Qué bien, esta oportunidad que tengo de poder preguntarle cosas a esta persona que admiro tanto”.
A.C: Y tampoco te dejaste llevar por esa admiración…
E.M: No, porque, en mi caso, las entrevistas también estaban bastante guionizadas y las hacía a través de un personaje. Si las hubiera hecho yo, como Elisa, probablemente sí que me hubiera sentido un poco más cortada o más prudente. Cuando, más adelante, hice entrevistas… dejé de hacerlo, porque era muy mala. (Risas) Recuerdo que me sentaba a hablar como si estuviera hablando con un amigo y no sacaba información. Creo que para hacer esto tienes que tener algo que te permita estar hablando, como nosotros lo estamos haciendo ahora, pero sin perder el rumbo de lo que estás haciendo. Sin embargo, como actriz sí que siempre me he encontrado muy cómoda.
A.C: Has trabajado en algunas de las series más importantes de este país…
E.M: Sí, he trabajado en algunas muy importantes y en otras que se han quedado por el camino, ya sea porque no han tenido audiencia o porque se han quedado en un proyecto. Es decir, cuando recuerdas algo es porque eso ha funcionado, pero también has estado en más sitios que mucha gente no sabe.
A.C: La última de estas series ha sido Tierra de lobos. He leído por algún sitio que grababas con solo una base de maquillaje.
E.M: Bueno, no… Era una base más ojeras y otras cosas. No es que no me maquillaran, es que, muchas veces, me contra maquillaban. (Risas) El personaje era una borracha y, claro, a veces tenía que tener cara de borracha. Aunque con la peluca ya tenía bastante… (Risas). Porque es verdad que llevaba una caracterización, digamos para no estar favorecida.
A.C: Una vez me dijiste que a ti lo que nunca te había fallado era el teatro.
E.M: Nunca. Desde la primera vez que empecé a trabajar profesionalmente en teatro he tenido la suerte de poder tener una continuidad. He tenido parones en televisión y en cine, pero el teatro nunca me ha fallado. Es un amor mutuo. De hecho, yo he dejado de hacer cosas en audiovisual (No voy a decir cuales porque me parece feo para las actrices que lo han hecho) por hacer teatro y porque, además, estaba produciendo teatro. Es que he estado muy implicada en este medio…
(Elisa lleva: babydoll AGENT PROVOCATEUR, Anillos DANIEL ESPINOSA)
A.C: ¿No te dio vértigo meterte en el mundo de la producción?
E.M: Claro que sí. Muchísimo. Y ahora mucho más, por la crisis… Pero entonces esto no ocurría y, aun así, daba vértigo. Yo creo que es algo que viene bien, porque pierdes un poco el ego como actriz. Empiezas a mirar más el producto y te olvidas un poco de ti como actriz, en el buen sentido. Es que los egos que tenemos los actores… (Risas)
A.C: Pero, a lo mejor, un poco de ese ego es hasta necesario.
E.M: Es que yo no encuentro qué beneficio puede tener. Para mí, el ego es eso que nos sucede muchas veces en las que quieres estar tan bien tú como actor que te olvidas de todo lo demás. Y esto, sabes que nos ha ocurrido a todos, a mí la primera. Pero desde que empecé a producir, no me quedó más remedio que mirar más el producto, y eso me ha servido para todo.
A.C: ¿Y no echas de menos esa sensación de control cuando entras en otra producción en la que eres una actriz más?
E.M: No.
A.C: ¿Ni tienes tendencia a eso de “Yo sé quién puede hacer eso” o “Si quieres, me encargo de esto…”?
E.M: Eso sí. (Risas) Pero es algo que ya hacía antes de ser producción, porque, al final, cuando has hecho tantas giras y has estado en tantos sitios, ya sabes dónde se cena bien, dónde se duerme bien y dónde te tratan bien. Son cosas que te vas quedando y que vas aprendiendo.
A.C: A mí me encanta hablar contigo, porque siempre tienes una anécdota maravillosa de cada trabajo en el que has estado. Me acuerdo de una que me contaste que te ocurrió en Almagro…
E.M: Ah, sí… Cuando me equivoqué de puerta durante la representación y, en lugar de salir por la que me llevaba a los camerinos, salí por la salida de emergencia que daba a la calle. Además, yo iba en camisón y tenía que cambiarme rápido para volver a salir a escena. Así que no me di cuenta y salí a la calle. Di toda la vuelta a la calle y me encontré, en un banco comiendo pipas, a Miguel Narros y Adrea D’ Odorico. Cuando me vieron aparecer descalza y en camisón, salieron corriendo detrás de mí hasta que llegamos a la puerta principal, donde estaban todos los técnicos esperando. Yo no sé cuánto tiempo pasó, pero a mí se me hizo eterno.
A.C: Momentos como estos hacen que el teatro sea algo mágico… Esa necesidad de crecerse ante la adversidad y resolver.
E.M: Y es algo que no te va a pasar en ningún otro medio. Es que la adrenalina que tienes cuando haces teatro es tanta, que te coloca en un sitio maravilloso en el que después, en tu día a día, no estás. Yo puedo tener un dolor de muelas y cuando estoy en escena no me duele. Recuerdo que en una función de Ay, Carmela se cayó una bandera enorme con mosquetones que pesaba como unos veinte kilos. Yo vi aquello, la cogí como si nada y me la llevé como si fuera un pañuelo. Los técnicos alucinaban y me decían: “¿Pero cómo has podido tú sola con esto? Si nosotros la movemos entre dos personas…” (Risas) Y yo no sé cómo lo hice, pero sabía que tenía que quitar eso de allí y ya está. Este tipo de cosas nacen de tu propia adrenalina…
A.C: Bueno, pero es que tú también eres una persona con mucha adrenalina y energía…
E.M: Sí, es algo que me ha pasado siempre… De hecho, ahora la tengo más canalizada. Cuando era jovencita era un poco más cansina. (Risas)
A.C: Hace poco, en tu Instagram, vi una foto muy entrañable en la que tu padre te estaba paseando en moto por las calles de Sevilla.
E.M: Sí… Bueno, y hasta hace tres años mi madre también llevaba la moto. Fíjate, con el primer sueldo que tuve, en esa película con Ava Gardner de la que hablábamos antes, me compré una moto a la que le llamábamos “La Martina”. Yo fui la primera en mi casa con moto, porque ellos, al principio, no querían. Pero cuando me vine a vivir a Madrid, poco a poco, mi padre fue cogiendo la moto y llegó un momento en el que nadie en mi casa sabía estar sin moto. Con el tiempo, esa moto murió y fueron viniendo otras… Además, en Sevilla va mucha gente en moto y mi padre me pasea por allí, me lleva a los sitios que me gustan, a la Plaza del Salvador para que tome allí una cervecita…
A.C: Antes has mencionado Ay, Carmela. En una ocasión, un amigo común muy entendido en teatro me comentó que la tuya era una de las mejores Carmelas que había visto. Sé que es un personaje que tú también has disfrutado mucho… ¿Dirías que es uno de los papeles de los que te sientes más satisfecha?
E.M: Yo estoy satisfecha de muchos trabajos, pero es verdad que me ha ocurrido una cosa haciendo la Carmela y es que me olvido de mí. Muchas veces, el director me habla de gestos o de cosas que hago que yo, que soy bastante controladora, con este personaje no soy consciente de ello. Hay personajes que los masticas y que te los tragas más que otros, y creo que con Carmela he tenido esa conexión. A parte de que es un papel maravilloso y que tiene algo que puede ser muy cercano a mí, que es esa positividad frente a la adversidad.
A.C: Esta función has llegado a compaginarla con obras Lifting, Karaoke y ahora con Sofocos. Para volverse loco…
E.M: No, para nada. (Risas) Además, a mí me apasiona el teatro porque tienes tiempo para ensayar, buscar y probar hasta que llegas a respirar por el personaje. Entonces, cuando sales a escena, lo único que haces es crecer y crecer. Hay gente que dice: “Es que cuando yo llevo dos años ya me canso…”. Yo no me canso nunca, porque van a apareciendo cosas nuevas, trabajas para públicos diferentes y el personaje se hace cada vez más rico. Además, según sea la energía del público que haya ido ese día a verte, te puede llevar más a la comedia que al drama… Otras veces, se crea un clima dramático sin querer, porque es lo que están pidiendo ellos. Yo siempre he pensado que la energía del público y el actor es recíproca y hay que saber escucharla. Hay que estar dentro con lo que le está sucediendo a tu personaje y, al mismo tiempo, fuera con lo que estás haciendo sentir. Al fin y al cabo, lo que hacemos es trabajar con los sentimientos.
A.C: También hay actores que crean esa famosa cuarta pared y prefieren obviar al público.
E.M: Es que cada uno tiene su manera de trabajar, al igual que cada uno afronta la vida de una manera distinta. En mi caso, lo hago así, pero no por algo que haya decidido, sino porque yo estoy en el escenario y siento esa comunicación con el público. Yo sé cuándo se está aburriendo el público en una función…
A.C. Y cuando eso sucede, hay que levantarlo.
E.M: Claro. Es que eso es así. Y yo creo que todos los que hemos hecho teatro lo sabemos. O como cuando tú notas que tu compañero tiene un día que, por lo que sea, está más bajo y tienes que subir tú un poco más… y otros días sucede al revés.
A.C: Trabajaste en Lifting, la última función que dirigieron juntos Félix Sabroso y Dunia Ayaso.
E.M: Eso es… La verdad es que lo de Dunia nos cogió un poco por sorpresa a todos, porque fue muy rápido. Yo a Félix y a Dunia los conozco desde que hicieron Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí, y siempre hemos tenido cercanía, pero cuando estás en un momento en el que estáis trabajando juntos esa unión es un poco mayor. Además, son maravillosos y se trabaja muy bien con ellos, porque son muy divertidos. Dunia ya se había ido cuando hicimos la última función y se la dedicamos a ella. Seguro que la disfrutó mucho y se rió allá donde esté.
A.C: Aquella era una obra muy divertida, pero, según tengo entendido, Sofocos, con la que estás ahora, también.
E.M: Bueno, es que no sabes cómo nos lo pasamos. Lo disfrutamos tanto… Y es que yo creo que, además, se ve. Son unos textos nuevos de Iborra. Algunos son sketches de las cuatro, otros de dos y hay monólogos también. Yo tengo un monólogo de una mujer que está dando una conferencia sobre la sequedad… Así que ya te puedes imaginar (Risas). Es muy divertida, hasta el punto de que hay veces que tengo que parar con la mano para que la gente deje de reír o no aplauda más porque tenemos que seguir. Ahora estamos de gira y pasaremos por Palma de Mallorca, Málaga, Sevilla, Bilbao y bastantes sitios más.
A.C: Hoy también nos hemos reído y hemos disfrutado recreando a los personajes de la mítica película de Mike Nichols, El Graduado. A mí siempre me ha parecido que la sra Robinson es un personaje bombón para cualquier actriz, y eso que dicen que pasados los cuarenta se escriben menos personajes para mujeres.
E.M: Hombre, muchos menos. Lógicamente, sigue habiendo personajes de esa franja, pero protagonistas muchos menos. Sobre todo, en el mundo audiovisual la mayoría de historias potentes están dedicadas a las chicas más jóvenes. Esto es algo que nos ha pasado toda la vida y que sigue pasando. Sin embargo, en el teatro, afortunadamente, no es así. Gracias a la distancia con el público, las edades bailan mucho y puedes representar personajes mucho más jóvenes. Además, como en el teatro se trabaja con la energía, si tu energía es joven, puede colar. Nunca vas a tener ese primer plano que haga evidente que no tienes la edad que representas. También te digo que a mí me parece más complicado hacer un personaje más maduro que otro más joven.
A.C: Matilla, se acercan los créditos finales y ese famoso de The End. Ni en mis mejores sueños habría encontrado a una señora Robinson mejor tú. Ha sido un placer hacer este reportaje contigo, pero no quiero acabar sin hacerte una última pregunta: ¿Mrs Matilla, está usted intentando seducirme?
E.M: Date por graduado.
TEXTO: ÁNGEL CABALLERO
FOTOGRAFÍA: MOISÉS FDEZ ACOSTA
MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: SILVIA GIL
ESTILISMO: CARMEN BENA
¡NO TE PIERDAS el próximo JUEVES 26 de FEBRERO AlgoPasaCom… EVA ISANTA!